La población de Villavieja, junto con Arroyo de Muñó, puede considerarse como la heredera histórica de la antigua ciudad de Muñó; para algunos historiadores originariamente fue como un barrio que formó parte de la misma ciudad de Muñó y como ella de origen antiquísimo. Este pueblo se asienta en la margen izquierda del río Arlanzón, en la ladera oriental del cerro sobre el que se alzó el celebérrimo castillo de Muñó y tiende sus campos entre la campiña del río y los áridos páramos del territorio del Can de Muñó. Hasta los mismos romanos lo encontraron interesante y se emplazaron aquí.
Villavieja de Muñó fue una de las cinco aldeas de la Villa de Muñó que, por decreto del rey Alfonso XI, también quedó integrada en el señorío de Burgos el año 1332. Sin embargo, el rey Enrique II, en el último tercio del siglo XIV, la disgregó del Concejo Burgalés para entregársela a don Juan Martínez de Rojas, decisión que no trajo más que cuantiosos enfrentamientos entre la Capital burgalesa, los miembros de la familia de los Rojas y la misma jurisdicción de Muñó. Los reyes Juan I en 1388 y Enrique III en 1394 intervinieron para que se devolviera la aldea a la jurisdicción de Burgos, pero nada consiguieron.
Esta población ofrece al visitante una serie de alicientes arqueológicos y artísticos de excelente calidad y renombrada categoría. Yacimientos romanos han sido descubiertos en su territorio y podríamos recrearnos con su peculiar fuente medieval que algunos, y no sin fundamento, remontan al periodo de romanización. Está en el centro del casco urbano, cubierta a dos aguas con losas escalonadas, con frontón mirando al norte bien definido a causa de una línea de losetas bajo la que se tiende el arco de medio punto y un par de escaleras –posiblemente añadidas con posterioridad- para descender.