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Quintanilla Somuñó

Este núcleo de población se encuentra en la falda septentrional de La Muela y muy cercano de lo que fue Muñó y su castillo; está emplazado en terreno llano y ante una vega que comparte con Mazuelo. Desde un principio fue aldea de Muñó, como si Quintanilla fuese una quintana romana, de cuya época quedan restos y que en el S. X pasó a renacer amparado bajo tutela de Muñó.

Nos encontramos ante un lugar solariego en el que tuvo algunas posesiones el Hospital del Rey, adquiridas en 1247 a doña María García o Mayor González. En el siglo XV superaba en población a otras aldeas de Muñó y a la misma villa de Muñó que en el censo de 1528 tenía, junto con Arroyo, tan sólo unos 10 vecinos, mientas que Quintanilla alcanzaba los 47, es decir, entre 190 y 210 habitantes. Este desequilibrio demográfico entre ambas poblaciones, favorable a Quintanilla, hizo que en 1486 los Reyes Católicos tomaran la decisión de trasladar la cabecera de la jurisdicción de Muñó a Quintanilla Somuñó. No sabemos con exactitud el origen de sus Ordenanzas, pero sí nos consta que en 1505 fueron aprobadas y en una de ellas se regulaba, entre otras cosas, asuntos relacionados con la ganadería y pastos, y ordenaba que los bueyes tuvieran preferencia respecto a los pastos.

En el lugar de Quintanilla Somuñó, según un documento de la Biblioteca Nacional, se cita a “tres nobiles oppidi de Quintanilla de Somuñó”. Al iniciarse el siglo XX conservaba una torre de la que se dice que estaba bien edificada; junto a ella se han encontrado restos romanos, como también en varios de sus términos y en el pago conocido como “La Muela”.

Los hermanos Diego y Martín de Soria, ricos mercaderes burgaleses, en el año 1490 invirtieron gran cantidad de dinero en la compra de bienes rústicos en esta población y en otras del entorno. Años después, en 1497, la fábrica de la Catedral burgalesa tenía enajenadas las tercias de los préstamos de Muñó, Mazuelo, Olmillos y Quintanilla-Somuñó.

Aquí nació la madre del insigne poeta don José Zorrilla llamada Nicomedes del Moral y aquí, en este “bendito pobre lugar donde mi madre nació”, pasó el escritor largas temporadas; en el año 1867 llegó a este pueblo donde nació –dice- la “madre que idolatré…”, compró dos buenas jacas para acercarse a la estación de Estépar en busca de la correspondencia y viajar reiteradamente a Burgos. En Quintanilla corrigió y concluyó alguna de sus obras y en otras expresó sus sentimientos. El pueblo ha querido honrar su memoria con un busto del escritor.

Cuenta con un caserío preferentemente de piedra y con alguna casa señorial, aunque su monumento más significativo sigue siendo la iglesia de San Andrés Apóstol que, pese a conservar algunos restos románicos, su hechura es gótica con elementos renacentistas y una torre de gran fortaleza. Alberga en su interior cinco retablos, en su mayoría del siglo XVIII, menos el Retablo Mayor que es del XVII; este hermoso ejemplar fue ejecutado por Fernando de la Peña el año 1686 en el que colaboró con elementos decorativos y tallando algunas imágenes –San Pedro, San Pablo y la Asunción de María –el maestro Ventura Fernández. La obra se adapta perfectamente al frontis del presbiterio y se compone de tres calles y el remate, presidido por la talla de San Andrés y escoltado por las de San Pedro y San Pablo; llaman la atención sus columnas salomónicas. El Retablo de San Miguel es churrigueresco y algunos autores atribuyen su construcción a Joaquín de Villandiego. Los dedicados a Ntra. Señora y a la Dolorosa son obras gemelas de finales del XVIII, el retablo de San José es neoclásico, de finales del siglo XVIII. En esta época hubo en la localidad un taller dedicado a la construcción de retablos y estuvo dirigido por el maestro Ángel Delgado.

 

 

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